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miércoles, 13 de agosto de 2014

El reto

Oculto entre los arbustos, podía observar su maravilloso pecho. No se había puesto sujetador, como a él le gustaba, los pezones se apreciaban duros y ansiosos por ser tocados. Ella sabía que es lo que iban a hacer allí, él pensó que no se atrevería. Cuando se lo propuso creyó que se negaría, pero era más valiente y decidida de lo que nunca imaginó. No dejaba de sorprenderlo.   
    
   Le volvía loco, le cautivaba su forma de ser, fuerte, intensa y extremadamente curiosa. El sexo se estaba volviendo cada día más adictivo a su lado. Su cuerpo seguía siendo una droga para él.

Se encontraba apoyada en un árbol, rodeada por las anaranjadas hojas del otoño, los rayos del atardecer se reflejaron por un momento en su pelo azabache, el cielo estaba algo nublado y presagiaba tormenta. Era increíblemente hermosa y él ya no podía esperar para tenerla, tocarla y poseerla de la forma en la cual quería hacerlo.
   
    Volvió a comprobar, que en la solitaria zona del parque no había gente, a lo lejos observó un cartel de publicidad que le pareció especialmente erótico. Se apreciaba la espalda de una mujer con un hermoso tatuaje dibujado en su espalda, llegando hasta las nalgas.  

 Eso le hizo recordar que es lo que iba a probar en apenas unos momentos. Si ella le había hecho caso, el dilatador anal debía estar haciendo su efecto y por lo sonrojada y sofocada que la veía, ella estaba tan receptiva como él. En esos momentos le envió un mensaje al móvil, sintió desde lejos como ella se estremecía al leerlo «Tócate para mí». 

Ahora sabía que estaba observándola, sintió que dudaba pero su mano empezó a bajar por su pecho, lo apretó levemente y siguió bajando hasta el botón de su minifalda, deslizó los dedos entre sus muslos y él supo exactamente el momento en que había llegado hasta su clítoris. Apoyó la cabeza en el árbol y observó la cara de placer que se reflejaba en su rostro.

Quería volver a verla atada y exhausta en su cama, cansada y a la vez complacida  por todo el placer que había recibido. Sentía que llevaba sin tocarla un siglo y apenas habían pasado unas horas desde que sus brazos la rodearon, desde que la besó por todas las partes de su anatomía, desde que la penetró de forma salvaje y pasional.

Sí, su erección crecía por momentos, al ver como su respiración se agitaba con cada caricia que ella ejercía en su vagina. Se tocó así mismo, intentando calmar la presión que bullía dentro de sus pantalones. La lluvia comenzó a caer lentamente por su  femenino cuerpo. Ya no aguantaba más, tenía que tocarla.

Se acercó lentamente por detrás y supo que ella sabía que estaba allí. Se giró y clavó los ojos en los suyos, recorrió lentamente su cuerpo, desnudándola y tocándola con la mirada.

—Date la vuelta —la ordenó.
Ella obedeció, cada vez más excitada. La lluvia seguía cayendo sobre ellos, la agarró por detrás y la susurró al oído.

—¿Estás preparada?
 —Sí… —gimió.
—Cariño, estoy deseando penetrar tu culo, notar como se abre lentamente y me exprime por completo —la besó el cuello suavemente —¿Seguro que estás preparada?
—Sí, ya no puedo aguantar más, llevo todo el día pensando en ti.
—Demuéstramelo.

Ella se dio la vuelta y se lanzó a sus labios, le besó duro y salvaje mientras que con su mano bajaba a su dura erección, tocándolo y masajeándolo. Un jadeo salió de su garganta, perdiéndose en la boca femenina. Le desabrochó los pantalones mientras la lluvia seguía cayendo entre ellos, mojando sus receptivos cuerpos.

Podía oler su dulce perfume, que se mezclaba con el aroma a tierra mojada, que le ofrecía el otoño. Una suave brisa los acariciaba, igual que los envolvía el deseo. La camisa humeda por la lluvia, se adhería a su cuerpo, transparentando sus grandes y sugerentes pechos.

Le estaba volviendo loco, se apartó de ella y le dio la vuelta, sin ningún miramiento y dejándose llevar por la lujuria, le rasgó la camisa y sus pechos quedaron al descubierto, mientras le besaba el cuello.

Los agarró y masajeó, estaba tan caliente que pensaba que la lluvia se iba a evaporar una vez que se posara en su cuerpo.

—Apóyate en el árbol y separa las piernas —le pidió con voz profunda y sugerente.

Obedeció, mientras él levantaba su falda y pudo ver su maravilloso culo, dispuesto para él. Como le había pedido no llevaba bragas, se bajó los calzoncillos, liberando su pene. Estaban resguardados por unos arbustos que dificultaba que alguien les pudiera ver, aunque si así fuera, no pararía, ya que una vez que empezara iba a conseguir que ella gritara de placer, haría que se corriese una y otra vez.

Comenzó acariciarle la espalda, llegando hasta su trasero, vio el dilatador anal y lentamente lo sacó. Ella gimió e inconscientemente lo levantó, invitándole a poseerla de una vez,  necesitada e inquieta. Siguió acariciándola, bajando hasta su húmeda entrada.

—¡Dios! —dijo excitado —estás muy húmeda nena.

Le metió un dedo en su vagina y el cuerpo de ella comenzó a temblar de satisfacción.
—¿Quieres hacerlo? —preguntó él.
—Sí, por favor, no puedo más, hazlo ya.
Su necesidad le estaba provocando el mayor de los placeres, sacó de su pequeño bolsillo una muestra de lubricante y lo dejó caer en la raja que separaba sus hermosas nalgas. Volvió a tocarla, preparándola, excitándola, mientras que con la otra mano se tocaba así mismo, embadurnándose para poder penetrarla suavemente.

Cogió su dura erección y la introdujo lentamente en el oscuro agujero, ella arqueó la espalda. Poco a poco siguió penetrándola, el dilatador hizo que pudiera profundizar más fácilmente. Sentía como le exprimía, estaba muy estrecha, se intentó controlar para no embestirla rápidamente y poseerla.

—Más —pidió ella entre jadeos.
—Joder.

Ya no pudo controlarse, comenzó a sacarla y meterla cada vez más rápido, sus rápidas respiraciones y sus jadeos se podían escuchar en el parque, si alguien pasase en esos momentos, podría oírlos claramente. Vio como ella apretaba con más fuerza el árbol donde se sujetaba, presa de la excitación que la invadía. Él alcanzó su clítoris y lo acarició sin parar de penetrarla, en ese momento escuchó como ella se corría de forma intensa y salvaje. Dentro, fuera, dentro fuera y a los pocos segundos, el también  alcanzó el éxtasis ansiado. Descansó suavemente sobre su espalda.

—He ganado el reto —dijo orgullosa.
—Sí, no pensé que te atreverías, me alegra haber perdido.
—Ahora, me toca a mí  y ya veremos si tu eres capaz.
—¿Te he dicho alguna vez que te quiero? —le dijo él apenas sin voz.
—Sí, cariño, cada día durante estos diez años juntos y, por favor, no pares de decírmelo.

OBRA REGISTRADA EN SAFE CREATIVE CON EL Nº 1303054717221

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